domingo, 26 de octubre de 2008

El mito del Mont Ventoux

Jueves 13 de julio de 1967. El Tour está ascendiendo la 13ª etapa, con final en Carpentras. Un Tour de Francia notable por varios aspectos, como el regreso de las selecciones nacionales en lugar de las marcas comerciales, o la introducción del prólogo por primera vez en la carrera francesa, curiosamente ganado por el irundarra Jose Mª Errandonea. El favorito en la salida era Poulidor, pero una caída en los Vosgos le hace llegar a esta etapa sin opciones y trabajando para el líder y finalmente ganador del Tour, el también francés Pingeon. Sus máximos rivales son Julio Jiménez (el dominador de la montaña ese año y segundo en París) y Felice Gimondi (víctima de un desfallecimiento en los Pirineos que le sacará del podio).

Pero volvamos a esta 13ª etapa. La gran dificultad del día es la subida al "Gigante de la Provenza", el Mont Ventoux. El calor aprieta con dureza en la parte superior de la montaña, aquella que pasado el Chalet Reynard muestra la superficie sin vegetación del coloso, conviertiendo la zona en un paisaje lunar. Julio Jiménez ha lanzado un ataque que le despega del grupo de favoritos y que le hará pasar en primera posición por la cima. Por detrás, la selección francesa marca el ritmo, y del grupo de favoritos se empieza a descolgar un ciclista de la selección británica. Es ni más ni menos que Tom Simpson, primer británico en ganar el Campeonato del Mundo y primero también en portar el maillot amarillo del Tour. Pero no es un simple descolgado. El corredor empieza a hacer eses en la carretera. Cada vez más pronunciadas. Sus movimientos le hacen ir de un lado a otro de la calzada. Hasta que finalmente tiene que parar. Un grupo de aficionados se abalanza sobre él. Todo lo que pide el inglés es que le dejen continuar. Los espectadores tratan de ayudarle para que siga dando pedaladas. Pero es inútil. Apenas unos metros más adelante, cuando aún sigue rodeado de gente que trata de que avance, sus piernas dicen basta. Deja de dar pedales. Es el fin. Cada vez más encorvado sobre la bicicleta, los aficionados le recuestan sobre el suelo, a un lado de la carretera. Intentos de reanimación. Los médicos llegan para ayudar. Desconcierto. Al poco rato, un helicóptero aterriza en la falda del Mont Ventoux y rápidamente vuelve a ascender camino de Avignon, evacuando el cuerpo de Tom Simpson. Minutos después, 17:40 horas, el Hospital de Avignon da el parte: Tom Simpson ha muerto.

El Mont Ventoux se acaba de cobrar una víctima, el corredor cuyo nombre y leyenda quedarán asociados para siempre al "Gigante Pelado". Poco importa que, en el largo descenso, el grupo de favoritos diera caza a Jiménez y que en Carpentras la victoria de etapa fuera para Janssen. La caravana del Tour estaba conmocionada. Las noticias se extendieron con celeridad: a Simpson se le encontraron anfetaminas en los bolsillos de su maillot. La combinación de éstas con el alcohol que supuestamente había ingerido previamente, el esfuerzo realizado por el británico y el excesivo calor que se sufría esa tarde, le provocaron una deshidratación y finalmente su fallecimiento. Los máximos responsables del Tour, Félix Lévitan y Jacques Goddet, dan una conferencia en la que abogan por que este hecho luctuoso sirva para eliminar el uso de drogas como las anfetaminas en las carreras. Los ciclistas piden la suspensión de la etapa del día siguiente, que acaba corriéndose, pero con la victoria pactada del también británico Barry Hoban. Al funeral solo acudirá un ciclista, un joven belga compañero de equipo de Simpson en Peugeot: Eddy Merckx. El Tour del 67 acabará con la victoria de Pingeon, pero con el recuerdo asociado de la muerte de Tom Simpson. Y el Ventoux, ¿cargará para siempre con ese recuerdo?

El Mont Ventoux se encuentra en la región de la Provenza. Orográficamente encuadrado en los Alpes, siempre se le ha considerado aparte, debido a su soledad. No hay otras dificultades de su magnitud en los alrededores. Eso ya nos da una primera pista para adivinar de donde viene su mito. "El Gigante de la Provenza" es un sobrenombre que le identifica muy bien.
Tiene un nombre que nos da más pinceladas de su particularidad. Ventoux viene de "ventoso", debido al mistral, que azota su cima en numerosas ocasiones y provoca que el viento sea uno de los factores decisivos cada vez que una carrera ciclista sube hasta su cumbre. Su aspecto lunar, puesto que la parte más alta de la ascensión (a partir de Chalet Reynard) carece de vegetación, le ha valido otro de sus sobrenombres: "El Monte Pelado". Esta falta de vegetación se debe a las talas masivas realizadas durante la Edad Media. Por último, las reseñas históricas indican que Petrarca fue el primero en subir al Ventoux y dejar constancia escrita de ello.

Así pues, nos encontramos ya con numerosas particularidades de este monte mítico, que lo hacen único. ¿Y en el mundillo ciclista? ¿Por qué tiene esa enorme fama, aparte de por el suceso que inicia esta entrada del blog?

El Mont Ventoux, curiosamente, se ha ascendido muy pocas veces en comparación a otros colosos míticos del Tour. Solamente en 13 ocasiones. Pese a tener 3 vertientes, la de Bedoin (22 km de subida al 7,6%) es la más famosa, puesto que se ha subido siempre por ella, excepto la primera ocasión, que se subió por Malaucène. Veamos ahora cuales han sido los grandes momentos de la tormentosa relación entre el Ventoux y el Tour de Francia.

La primera ocasión, como ya indicamos, fue por Malaucène en el 1951. Lazaridès coronó el Ventoux en primera posición, aunque la etapa sería ganada por Bobet. Al año siguiente se repetía la subida, pero esta vez por la vertiente que se asentaría como definitiva, la de Bedoin. Robic coronaría y se llevaría la etapa, en un Tour dominado por Coppi de principio a fin. En el 55, Bobet volvería a llevarse la etapa del Ventoux, esta vez coronando también en primera posición. Ese año, el Gigante de la Provenza estuvo a punto de cobrarse su primera víctima: el francés Jean Malléjac, en medio de la subida, sufrió una crisis similar a la de Simpson años después. Por suerte, se le pudo trasladar al hospital y todo quedó en un susto. La tragedia rondaba las laderas peladas, pero aún tendría que esperar.

En 1958, por primera vez, el Tour finalizó una etapa en la alto del Ventoux. Además, era una contrarreloj. Fue el día elegido por Charly Gaul, "el ángel volador", para dar una de sus mayores exhibiciones, venciendo por delante de Bahamontes en uno de los mejores duelos de la historia. En una etapa de 21 km el tercero, Dotto, quedó a más de 3 minutos. La leyenda (positiva) del Ventoux comenzaba a forjarse.

En 1965 se volvió a subir el Ventoux en línea. Fue una gran victoria de Poulidor, en el único día malo de Gimondi durante ese Tour, que el italiano se adjudicó de forma sorprendente pero con una total autoridad.

En 1967 ocurrió el trágico hecho de la muerte de Tom Simpson, que marcó esa edición del Tour y la historia del Mont Ventoux. El coloso daba miedo, había algo sobrenatural en esas laderas huérfanas de vegetación.

La siguiente ascensión, 1970, vió como Eddy Merckx, "el canibal", dejaba su impronta. Como todo en su vida deportiva, su victoria fue desmesurada, atacando al grupo de favoritos a más de 12 km de la meta, cuando aún no se había llegado al Chalet Reynard y la vegetación aún era abundante. Realizó unos kilómetros con la compañía de Agostinho, hasta que lo soltó. Hizo toda la parte final de la ascensión en solitario, pasando junto al monumento en memoria de Tom Simpson y llegando a meta exhausto. Apenas podía articular palabra en meta. Vandenbossche completó el doblete belga, pero sufrió peor suerte que su compatriota: debido al esfuerzo tuvo que ser conducido a la ambulancia para que se recuperase.

En 1972 Thevenet se impuso en la meta del Ventoux mientras Merckx y Ocaña pugnaban por detrás, consiguiendo el belga el segundo puesto. El 1974 el paso destacado por la cima corrió a cargo del cántabro Enrique Aja, superando en toda regla a Merckx. Pero la etapa no terminaba allí, y en el descenso hasta Orange hubo reagrupamiento, con victoria para Spruyt.

Trece años tuvieron que pasar para ver la siguiente ascensión al Ventoux, en 1987. El hueco más largo sin que "el Monte Pelado" estuviera en el recorrido del Tour desde su primera aparición. Pero la espera mereció la pena, porque el francés Jean François Bernard regaló una de las mejores etapas de la historia. Curiosamente, como en la exhibición de Gaul 29 años antes, fue una cronoescalada, esta vez arrancando de Carpentras, con una primera parte llana. En esa primera parte Bernard voló, sacando unas grandes diferencias a sus rivales. Todos pensaban que en la ascensión del Ventoux el corredor del Toshiba se hundiría y perdería su ventaja ante escaladores como Herrera y Delgado. Pero cuando Bernard apareció en el último kilómetro (un último kilómetro que era cogido entero por las cámaras de televisión y que estaba completamente abarrotado de público), todo el mundo fue consciente de que estaba ante una exhibición sobrehumana. Venció con casi dos minutos sobre sus mejores rivales, Herrera y Delgado, arrebatando el maillot amarillo a Mottet. Para la prensa francesa, acababa de nacer el sucesor de Hinault. La pena fue que al día siguiente una emboscada del Systeme U, el equipo de Mottet, le hacía perder el liderato y Bernard nunca volvió a ser el corredor que prometía, pese a sus contadas exhibiciones de clase.

En 1994, la caravana del Tour volvió a pasar por el Ventoux, de camino a Carpentras. Una nueva gesta tuvo lugar allí, puesto que el gigantón italiano Eros Poli, un corredor sin ninguna habilidad escaladora, protagonizó la fuga del día en solitario, presentandose en la falda del puerto con 22 mintutos de ventaja sobre el pelotón. Su ascensión fue un auténtico martirio, con una velocidad exageradamente lenta. Pero consiguió mantener unos 4 minutos en la cima, que le permitieron llegar a la meta como ganador, entre lágrimas de alegría. En el descenso, la tragedia sobrevoló la carrera una vez más, puesto que el líder, Miguel Induráin, estuvo a punto de tener una caída al perder el control de la bicicleta. Con una sangre fría increíble pudo dominar su máquina, pararse por completo y reanudar la marcha sano y salvo. Ese día, uno de los corredores que no tomaron la salida fue el campeón del mundo, Lance Armstrong.

Un Armstrong protagonista de las dos últimas ascensiones al Ventoux, en los años 2000 y 2002. En la primera de ellas compartió el protagonismo con Marco Pantani. "El Pirata", tras el affaire del Giro 1999, no había recuperado la forma previa, pero conservaba calidad como para hacer lo que hizo ese día. En los últimos kilómetros de etapa, el grupo de favoritos marchaba agrupado y Pantani iba por detrás de ellos haciendo la goma. El italiano sacó su casta y en uno de los momentos que había contactado con el grupo decidió atacarles, yéndose por delante con el colombiano Botero, al que posteriormente dejó. Al rato, Armstrong también saltó de ese grupo y llegó, con relativa facilidad, a la altura de Pantani. Se pusieron a relevar, pese a que a Pantani le costaba seguir el ritmo del estadounidense, llegando al punto de descolgarse en algún momento. Finalmente se plantaron juntos en la línea de meta, donde Armstrong no hizo esfuerzo por esprintar y Pantani consiguió la victoria. Posteriormente Armstrong dijo que había regalado la etapa a Marco, lo cuál hirió el orgullo de éste, que decidió no dar cuartel al americano en lo que quedaba de Tour.

Por último, la edición del 2002 no tuvo más historia que la victoria de Richard Virenque, escapado en una fuga inicial, y el ataque de Armstrong en el grupo de los favoritos en respuesta a otro ataque de Beloki. Lance estuvo cerca de alcanzar a Virenque, pero finalmente el francés levantó los brazos mientras Jean Marie Leblanc (el director del Tour), que le había vetado tras el affaire Festina, tenía que aplaudirle desde el coche del director de carrera, en unas imágenes impagables.

Ésta es la relación hasta ahora del Tour y el Gigante de la Provenza. En 2009 se escribirá un nuevo episodio. No cabe duda de que el Ventoux ha deparado numerosos momentos memorables de la ronda gala. Pese a que la edición de 1967 está marcada por la tragedia, otros muchos momentos están impregnados de un aura heróica. Y para volver a disfrutar de otro de esos episodios, tendremos que esperar sólo 9 meses, hasta la próxima edición de "La Grande Boucle".

viernes, 24 de octubre de 2008

El Tour cae enamorado del Gigante de la Provenza

Este miércoles se presentó la 96ª edición del Tour de Francia. El mayor atractivo para el público es, año tras año, el momento en el que se desvela el recorrido. Pero en estos tiempos inciertos, otros asuntos polarizan la atención: las dudas sobre la participación del retornado Armstrong, la presencia en París de los tres últimos ganadores de la carrera, casualmente (¿o causalmente?) españoles... estos aspectos han restado protagonismo entre el público general al itinerario por el que transitarán los ciclistas el próximo mes de julio.

Unos pocos titulares ("numerosos días de montaña", "Mont Ventoux el día antes de París", "pocos kilómetros contrarreloj", "favorable a Contador") y asunto solventado.
Los entendidos han urgado con más ahinco y la opinión general es que no ha gustado: "falta de puertos Horse Categorie", "toda la carrera condicionada al Ventoux", "contrarrelojes indignas del Tour", "oportunidad para Valverde"... ¿Estamos hablando de la misma carrera? Sí, pero vista desde dos prismas distintos.

En este blog no vamos a dedicarnos a comentar el recorrido etapa por etapa, puesto que en otros espacios ya lo han hecho, con mucho mejor resultado de lo que lo haríamos nosotros (ver Ruedas y Cuadros o Desde mis pedales).

Una vez que cada uno nos hemos hecho nuestra idea del recorrido, vamos a ver qué es lo que dice quien más tiene que opinar: el Tour.
  • Para empezar, por supuesto, una referencia a la salida, en Mónaco. La primera etapa (que no prólogo: si alguien se queda fuera de control será eliminado) mostrará los encantos del Principado.
  • Después, una grata recuperación: la contrarreloj por equipos. Tres años de ausencia crean la suficiente expectación ante el regreso de una prueba que ha dado bellos momentos como la exhibición de la ONCE en Saint Nazaire en el 2000, o las clases magistrales de Ti-Raleigh en los años 70 y 80.
  • Otro dato más: el acercamiento al mar Mediterráneo, en la primera semana, que es donde más luce, con estancias en tres grandes ciudades del Mare Nostrum como Mónaco, Marsella y Barcelona.
  • Sobre las contrarrelojes individuales, el Tour confirma que este año, con solo 55 kilómetros de lucha individual, será una de las ediciones con menos predominio de esta especialidad.
  • Por último, la montaña. Es significativo que la imagen de esta edición sea una alegoría del Mont Ventoux arropado por un maillot amarillo. Significativo también que al narrar las características del recorrido, sólo se nombre el primer gran puerto (Arcalís) y el último (Mont Ventoux), soslayando todo lo que hay en medio, Tourmalet incluído. Y significativo, finalmente, que en todos los lugares de la página web en los que se fija la mirada se encuentren referencias al Gigante de la Provenza. No hay duda. El Tour ha caído enamorado del Ventoux. Como un apasionado amante, se ha rendido a él y le ha entregado un recorrido que aspira a dejar toda la emoción para ese penúltimo día. Apunten la fecha: sábado 25 de julio. Ahí ya sabremos si el amante ha sido cegado por Cupido o si esta unión acaba deparando una de las mejores ediciones de los últimos años.


En resumen, con las características y particularidades que distinguen cada edición, el Tour este año juega claramente una carta: todo o nada por el Mont Ventoux. La ronda organizada por ASO juega con ventaja. Su poder, tradición, situación en el calendario deportivo (ese mes de julio sin acontecimientos relevantes) impiden que cualquier resbalón le haga más que rasguños. Pese a ello, en los últimos años es una carrera conservadora, con pequeñas variaciones y modificaciones.

Este año, la gran apuesta es ésa: jugarse la carrera a 24 horas de los Campos Elíseos y en unas rampas míticas. El Giro fue más lejos en el año 75: puso su final en la cima del Stelvio y allí se jugaron la carrera Bertoglio y Galdós separados por 41 segundos. Si eso ocurriera este verano en las rampas del Ventoux, el Tour se estaría frotando las manos. Las míticas imágenes del año 87 con la cronoescalada estratosférica de Bernard y ese último kilómetro inundado de gente seguro que se quedarían pequeñas.

Fotos:
www.amigosdelciclismo.com
www.cyclingnews.com
www.letour.fr

martes, 21 de octubre de 2008

Hoy recordamos... el Gran Premio de las Naciones

Ahora que estamos a finales de temporada, hemos decidido rememorar la que ha sido, hasta hace pocos años, la prueba que cerraba el calendario ciclista: el Gran Premio de las Naciones.
La prueba, una carrera contra el crono, era considerada al mismo tiempo como una clásica y como Campeonato del Mundo Contrarreloj oficioso.

La idea de crear esta carrera nace del parisino Gaston Bénac, editor de deportes del Paris-Soir, el periódico francés vespertino más importante antes de la II Guerra Mundial. Bénac y el redactor deportivo Albert Baker d’Isy se inspiraron en el Campeonato del Mundo de Copenhague de 1931 que, inusualmente, se corrió contra el reloj. Después de ver esta carrera, decidieron organizar una carrera novedosa que les permitiese publicitar su periódico sin alcanzar un coste demasiado elevado, y pensaron que organizar una prueba contrarreloj saldría más económico que una en ruta.

Así nace, en 1932, el Gran Premio de las Naciones. A partir de entonces, la prueba se disputaría cada año en Francia en el mes de septiembre, excepto en los años 1991 y 1992, que se disputó en Bérgamo (fusionándose con la última edición del Trofeo Baracchi) y Palma de Mallorca, respectivamente.

El recorrido triangular, de unos 140 kilómetros, se lo debemos a Baker d’Isy y René de Latour. La prueba comenzaba cerca del castillo de Versalles y pasaba por Rambouillet, Maulette, Saint-Rémy-les-Chevreuse, Versalles y Boulogne, para terminar en el Velódromo Buffalo de París.

Este recorrido duró hasta mediados de los años 50, cuando pasó a tener una longitud de unos 100 kilómetros. Entre los años 1970 y 1990, se redujo hasta los 90 kilómetros aproximadamente, y en sus últimas ediciones, la prueba tuvo un recorrido de unos 70 kilómetros .

Un curioso matiz distingue a las ediciones de 1941 y 1942 del resto. Nos referimos al hecho de que, en estos dos años, la carrera se disputó por partida doble: una en la Francia libre y otra en la Francia ocupada por los alemanes con motivo de la II Guerra Mundial.

A pesar de la importancia que había adquirido esta prueba, la creación de un Campeonato del Mundo oficial en 1994 por parte de la UCI, redujo drásticamente su papel en el circuito internacional. En 2005, con la introducción del UCI ProTour, la carrera desapareció, y en 1996 se creó la prueba olímpica contrarreloj.

Desde la desaparición del Gran Premio de las Naciones, su puesto lo ha tomado otra carrera que se disputa en estas fechas: la Chrono des Herbiers, que ha sido rebautizada como Chrono des Nations, haciendo referencia a la prueba ya extinta. Esta carrera se disputa desde 1982, y desde entonces, ningún español ha conseguido subir al podio. La última edición, la de este 2008, fue disputada el pasado domingo 19 de octubre, con la victoria del holandés Stef Clement.

Repasemos ahora los datos de la carrera que nos ocupa:
El primer ganador del Gran Premio de las Naciones fue el francés Maurice Archambaud, y el corredor que ha registrado la mayor velocidad en la historia de la prueba ha sido Lance Armstrong, en la edición del año 2000, con 49,404 km/h.

Los ciclistas más laureados de esta competición son todos franceses:
- Jacques Anquetil, que ganó las ediciones de 1953, 1954, 1955, 1956, 1957, 1958, 1961, 1965 y 1966. Es decir, un total de 9 victorias, demostrando quién fue en realidad "Monsieur Chrono".
- Bernard Hinault, que venció en 5 ocasiones: 1977, 1978, 1979, 1982 y 1984
- Charly Mottet, con un total de 3 victorias, en los años 1985, 1987 y 1988
-Antonin Magne, con 3 ediciones vencidas: 1934, 1935 y 1936

El mejor de los nuestros, es decir, el único español que ha ganado esta competición ha sido el conquense Luis Ocaña, que venció en la edición de 1971.

Aunque sólo una victoria ha venido para España, tenemos varios españoles en el podio de esta carrera: Luciano Montero (tercer puesto en 1934 y 1935), Miguel Bover (tercer puesto en 1956), Luis Ocaña (tercero en 1968 y 1970, y segundo en 1973), Marino Lejarreta (tercero en 1987), Abraham Olano (tercero en 1996) y José Iván Gutierrez (tercero en 2004).

Estos y otros muchos corredores nos han hecho disfrutar con esta prueba y han conseguido que, a pesar de su desaparición, la sigamos recordando como una de las carreras más importantes del calendario ciclista a nivel histórico. Los citados intentos de rememorarla no son sino la constatación de la decadencia que en sus últimos años sufrió una carrera otrora prestigiosa y con grandes vencedores: el Gran Premio de las Naciones.

domingo, 19 de octubre de 2008

Giro de Lombardía 2008 en Pando

Aquí está la retransmisión del Giro de Lombardía 2008.

Idioma: Español
Emisión: Eurosport
Duración: 0h49m

Pando Package

sábado, 18 de octubre de 2008

Cunego alcanza la madurez

Damiano Cunego puede echar la vista atrás y repasar con orgullo su temporada 2008. La Amstel Gold Race es por sí sola un buen botín. Pero este final de temporada, con su plata en el mundial y, sobre todo, su victoria en Lombardía, le demuestra que la senda es la correcta, que los sinsabores en las pruebas de tres semanas no pueden empañar la trayectoria del veronés.

Es su tercera victoria en la meta de Como. Este año, pese a las múltiples ausencias (no estaban en la línea de salida ni Bettini, ni Di Luca, ni Valverde, ni Rebellin, ni Franck Schleck) su superioridad ha sido abrumadora. No sólo por una cuestión de fuerzas, sino también de conocimiento de la carrera. Da la impresión de que Cunego, cada año, mantiene su capacidad atlética pero aumenta su inteligencia en carrera. Bien se puede hablar de madurez para describir el nivel que está alcanzando el capitán del Lampre.

Concretamente el Giro de Lombardía, en su 102ª edición, es una carrera que Damiano ha sabido leer a la perfección. Tan importante como ser fuerte en las subidas es ser atrevido en los descensos. En los dos terrenos Cunego hizo las tareas a la perfección. Si a esto le unimos que el Lampre trabajó perfectamente durante toda la jornada (lo cual no deja de ser noticia), tenemos que la carrera acabó eliminando en el Ghisallo a la escapada del día y comenzó a decidirse cuando Horner atacó en la subida a Civiglio. Cunego decidió que era el momento y, acelerando el ritmo, se plantó a la altura del corredor de Astana. Solo Failli, del Acqua & Sapone, pudo seguirle.

Pero como hemos dicho, el Giro de Lombardía es una carrera que muestra con orgullo sus subidas, pero esconde celosamente su secreto, los descensos. El veronés, nada más superar la cima de Civiglio, se lanzó a tumba abierta. El resultado es que al terminar la bajada contaba con casi 20 segundos de ventaja sobre Horner y Failli, sus anteriores acompañantes y sobre Samuel Sánchez, autor de un descenso de los suyos que le había metido en ese grupo perseguidor.

En San Fermo da Bataglia, el último puerto, Cunego mantuvo su ventaja.
Por detrás, el grupo perseguidor fue absorbido y comenzaron los saltos, más en busca de acompañar al rubio veronés en el podio que de disputarle la primera plaza. Al final, quienes abrieron hueco fueron Urán, del Caisse d´Epargne, y Brajkovic, del Astana.

De la cima de San Fermo a meta solo hay 5 kilómetros, y poco podían conseguir los perseguidores. Cunego entraba como ganador en Como, mientras que Brajkovic hacía valer su velocidad ante Urán. Damiano se alzaba con su tercer Giro de Lombardía, igualando a Girardengo, Belloni, Bartali y Kelly. Por delante sólo quedan Binda, con 4 victorias, y Coppi, con 5. Con sólo 27 años y unas características óptimas para disputar esta carrera, podría llegar a hacer historia en la "clásica de las hojas muertas". Pero cada año es una batalla distinta. De momento, la victoria de hoy hace que su balance de esta temporada 2008 sea más que notable. El "piccolo principe" sigue aumentando su palmarés, que cuando termine su carrera todo indica que será digno de múltiples elogios.

Fotos:

Así se gana el Giro de Lombardía a lo grande

Tony Rominger era un hombre con muchas cosas que demostrar la mañana del 17 de octubre de 1992, en Monza, línea de salida de la 86ª edición del Giro de Lombardía. En la gélida mañana, acompañada por la niebla y la lluvia, el suizo se concentraba en sus pensamientos. Para empezar, él ya tenía un Giro de Lombardía en sus vitrinas, la edición del 89. Pero en esa ocasión, había ganado contra todo pronóstico, y sentía que debía refrendar esa victoria, demostrar que no se trató de un día de suerte. De hecho, mucho había cambiado en esos 3 años. En su primer año en la escuadra española del Clas, había alcanzado la gloria en la primavera ganando la Vuelta al País Vasco y la Vuelta a España. Con la ronda nacional se había quitado de encima su gran sambenito: no ser un corredor para carreras de más de una semana. Tras ello, su otro gran pico de forma estaba en el otoño. Juan Fernandez le había permitido sacrificar el Tour para centrarse en el final de la temporada.

Y en ese final de temporada estaba demostrando que su forma era óptima: segundo en la Volta (tras Indurain) con victoria de etapa en Valter 2000 (por delante del de Villaba y un por entonces desconocido neo de nombre Antonio Martín), levantó los brazos en la Subida al Naranco. Pero en el Mundial de Benidorm, la piedra angular de esta parte de la temporada, se le había escapado la victoria pese a ser el más fuerte de la carrera. El arcoiris lo llevaría un año más Bugno.

Precisamente Bugno, que había resurgido en las últimas fechas anotandose Giro del Lazio, Emilia, Milán-Turín y el Mundial. Gianni estaba en una forma espectacular. ¿Sería éste el año en que se anotara la carrera? Mejor no lo iba a tener, con todo el apoyo del público (la carrera salía y llegaba a Monza, donde había vivido toda su vida). Frente a él, en la mejor tradición dualista italiana (Coppi-Bartali, Moser-Saronni) estaba Chiapucci. Si había un monumento que el varesino podía ganar era precisamente la Clásica de las hojas muertas, la más dura de todas.

El de Carrera llegaba en forma, tras ser el animador del Giro del Piamonte, dos días antes. Además, también Claudio era lombardo, así que la cuestión se reducía a un duelo local, con el suizo como juez de paz.

En todo eso pensaba Tony cuando se dió la salida a la carrera. El día seguía desapacible, y con todo el menú montañoso que esperaba por delante, la carrera podía adquirir tintes épicos...

14 años después y en Mendrisio (Suiza), a unos 50 km de Monza, Paolo Bettini era otro hombre con muchas cosas que demostrar en la línea de salida de la 100ª edición del Giro de Lombardía. Él también tenía un Giro de Lombardía, ganado justo el año anterior. Pero en 12 meses, se habían precipitado los acontecimientos. Por fin había conquistado el ansiado mundial. Por lo tanto, se le presentaba la oportunidad de ser el séptimo hombre en ganar el Giro de Lombardía vestido de arcoiris, tras Binda en 1927, Simpson en 1965, Merckx en 1971, Gimondi en 1973, Saronni en 1982 y Camenzind en 1998. Pero también había sucedido un hecho luctuoso. Entre medias del Mundial y el Giro de Lombardía, su hermano Sauro había fallecido en accidente de tráfico. Un duro golpe para Bettini. ¿Hasta qué punto le afectaría esto? En un deporte de sufrimiento extremo, planeaba la duda de si podría mantener la concentración necesaria para disputar la carrera.

No hay que olvidar que Paolo estaba muy apegado tanto a su hermano como al hijo de éste, también ciclista en categorías inferiores. Por su cabeza pasó repetidas veces el no correr. Pero finalmente sus padres le convencieron: si Sauro hubiera podido opinar, hubiera querido que disputara ese Giro de Lombardía. Así pues, la decisión estaba tomada. Salir, saldría. Lo complicado sería tener un papel protagonista en esas condiciones.

En todo eso pensaba Paolo cuando se dió la salida a la carrera. Con la meta en Como, serían los kilómetros y los puertos los que juzgarían...

14 años antes, se empezaba a afrontar el primer puerto del día: el Valico di Esino Lario. 147 km a meta, 5 puertos más por delante, la tormenta sigue azotando a los corredores, y Rominger decide que no espera más: suelta un demarraje en la subida, al que solo es capaz de responder Bugno. El del Gatorade va sin cadena, y rápidamente abren hueco sobre un grupo de perseguidores con lo más granado de la participación.

Pero tras coronar con 25 segundos de ventaja, la cosa cambia. Bugno, que siempre tuvo miedo a los descensos a raiz de una grave caída en el Giro de 1988, ve que el suelo está muy mojado y decide tomar precauciones. Tantas, que primero Chiapucci y luego Cassani les alcanzan y sobrepasan. Rominger ve que la carrera se está decidiendo y se va tras ellos, mientras Bugno se queda con Alcalá, a pocos metros. Pero Gianni, para bien o para mal, era un corredor de sangre fría. Con el trío de cabeza a tiro de piedra, decide cambiarse los guantes mientras Alcalá hace un esfuerzo y logra contactar. El del Gatorade ya no volvería a verles hasta la meta.

Porque la selección ya está hecha, y por delante los relevos son perfectos. La ventaja es de 1:50 en el siguiente puerto, el Balisio, pero ha subido a 4 minutos al pie del Ghisallo. En este puerto cede Alcalá. La carrera ya es de eliminación, debido a las inclemencias del tiempo, la dureza del recorrido y que la guerra dura ya 150 kilómetros. Pasa el Colle Brianza y en el Lissolo ceden Cassani y Chiapucci, que finalmente tiene que dejar marchar a Rominger. El suizo retorna a Monza a lo campeón, adjudicandose una carrera que solo terminarán 21 corredores (entre ellos, un jovencísimo neoprofesional, Davide Rebellin). Bugno llegará el penúltimo, a más de 8 minutos y destrozado por el frío...

14 años después, la carrera ha transcurrido placenteramente hasta el Ghisallo, que tras los años en que la carrera terminaba en Monza y Bérgamo, ha vuelto a ser el punto en el que la prueba se selecciona, para decidirse en el Civiglio y el San Fermo da Battaglia.

Pero en Madonna del Ghisallo, 52 km a meta, Bettini decide que el mejor homenaje que le podía hacer a su hermano era ganar esta carrera. Y se pone manos a la obra. Acelera el ritmo, tensa el grupo, y acaba seleccionandolo, dejando el pelotón reducido a unos pocos elegidos: Rebellin (sí, sí, el mismo del que hablamos antes), Franck Schleck, Boogerd, Samuel Sánchez, Di Luca y Riccò. Cerca de la cima cogen a los últimos integrantes de la escapada del día, y Bettini vuelve a acelerar, dejando el grupo en cuatro integrantes: él mismo, Rebellin, Schleck y Boogerd. En el descenso se les une Di Luca, y en el llano hasta Civiglio se van uniendo más corredores.

Pero en Civiglio continua el recital Bettini. Desde abajo se pone a marcar el ritmo, descolgando a varios de los que se habían reintegrado unos kilómetros atrás. Y, tras un primer ataque de Di Luca, lanza un contraataque demoledor. Solo Wegmann puede seguirle, aunque a distancia. El técnico descenso amplía las diferencias hasta los 20 segundos. Finalmente, el de Gerolsteiner caza a Bettini, tras un grandísimo esfuerzo.

A Bettini sólo le queda un acto en su recital. La última subida, San Fermo da Battaglia. Aumenta el ritmo y Wegmann se queda, completamente vacío. Mientras tanto, mantiene las distancias de 20 segundos sobre el grupo perseguidor. Pero en el descenso no contaba con que Samuel Sánchez se lanza a tumba abierta, y ayudado por sus virtudes de gran bajador alcanza a Wegmann, llegando a estar a 10 segundos de Bettini. Son los kilómetros finales, y ahí Paolo saca fuerzas del recuerdo de Sauro. Consigue mantener e incluso incrementar la ventaja, llegando a meta bañado en lágrimas.

Por detrás, Samuel Sánchez bate a Wegmann al sprint. Pero lo que de verdad importa está pasados unos metros la línea de llegada. Allí, Bettini atiende a los medios de comunicación mientras se abraza con su cuñada y su sobrino, embargado por la emoción. Aunque parecía imposible, lo ha logrado. Ha ganado el Giro de Lombardía, y lo ha hecho dando una exhibición...

14 años antes, Tony Rominger ya descansa del brutal esfuerzo realizado. Las declaraciones de Chiapucci son esclarecedoras: quedar segundo detrás de "aquel" Rominger no está nada mal. Bugno, por su parte, se culpaba de no haber sabido ver que el corte era el bueno, justificándose por la enorme distancia a meta. Lo que está claro es que Tony se había metido en medio del duelo de los dos italianos, y les había aguado la fiesta. El corredor del Clas ha cumplido con una temporada brillante (y aún le daría para quedar segundo en el Gran Premio de las Naciones, prueba contra reloj que cerraba en aquellos años la Copa del Mundo, competición de la que también quedaría segundo). Así pues, el Giro de Lombardía era la rúbrica de oro a esa temporada, con una victoria luchando contra el tiempo y el recorrido, endurecido por los corredores. A partir de ahí, Tony entraba en sus mejores años como ciclista. Pero esa es otra historia...

14 años después, Paolo Bettini también se repone de todas las emociones de las últimas horas. Ni siquiera ha podido subir al podio, debido al enfrentamiento que mantienen la organización de la carrera y la UCI. Pero poco le importa. Paolo ha dado un poco de alegría a su familia, destrozada por la muerte de Sauro. El balance final de la temporada es excelente. Además del campeonato del mundo y el Giro de Lombardía, se había impuesto también en el campeonato italiano en ruta y había logrado victoria de etapa en Giro y Vuelta. Teniendo en cuenta que el año siguiente repetiría la victoria en el Campeonato del Mundo, en sus últimos años de carrera el livornés engrandecía aún más un ya de por sí grande palmarés. Aunque en este deporte lo importante no son las estadísticas, sino la forma en que se consiguen las victorias. Y este Giro de Lombardía, por su emotividad y el dominio que ejerció Bettini, puede considerarse un ejemplo de esto.

Fotos:
Graham Watson para Ciclismo a Fondo

lunes, 13 de octubre de 2008

Para empezar, un poco de historia

Lo lógico es que empecemos este blog por el principio. Y... ¿qué sería del ciclismo sin la bicicleta?
Puesto que ella es la protagonista de este deporte, dediquémosle un poco de atención y repasemos su historia.

Aunque los antiguos egipcios, chinos y aztecas tenían máquinas rudimentarias compuestas por dos ruedas unidas por una barra, no podemos hablar de la bicicleta propiamente dicha hasta el año 1490 aproximadamente, año en que aparece en la obra Codex Atlanticus, del genial Leonardo da Vinci, un boceto de una bicicleta muy similar a las actuales (con transmisión de cadena e impulsada por pedales). Todo aquel que quiera ver una maqueta de este singular artilugio, no tiene más que acercarse al Museo de Leonardo en Vinci, su localidad natal.

Pero no sería éste el único prototipo. En 1790, el conde francés Mede de Sivrac inventó el "celerífero": un listón de madera montado sobre dos ruedas, pero sin ningún tipo de articulación. Esto significa que, para poder realizar cualquier tipo de maniobra, había que echar el pie a tierra.

En 1817, el barón alemán Karl Christian Ludwig Drais von Sauerbronn ideó un vehículo al que llamó Laufmaschine, o "máquina andante". El invento consistía en un carrito de dos ruedas y una vara de madera que, unida a la rueda delantera y a modo de manillar, permitía al conductor girar en la dirección deseada. La máquina, llamada en un primer momento "draisiana" y conocida posteriormente como "velocípedo", no tardó en evolucionar.

Pero la construcción de la primera bicicleta a pedales se le atribuye al escocés Kirkpatrick Macmillan en 1839. Como él nunca patentó el invento, durante un largo periodo de tiempo se ha considerado a otro escocés, Gavin Dalzell, como el auténtico inventor de la bicicleta, ya que fue éste quien copió y difundió el modelo de Macmillan en 1846.

Aproximadamente en 1890, John Boyd Dunlop inventó una cámara de tela y caucho, que se inflaba con aire y se colocaba en la llanta. Para evitar pinchazos, también ideó una cubierta de caucho para esas cámaras.

En el año 1800 tuvieron lugar las primeras competiciones ciclistas, en las que ningún corredor consiguió que su nombre fuese recordado años más tarde. Tendríamos que esperar bastantes años para que el británico James Moore, que ganaba prácticamente todas las carreras, se hiciese un hueco en la memoria de los aficionados al ciclismo. Moore ganó, entre otras muchas carreras, el Campeonato de Vésinet (1870), la prueba internacional de Lyon (1873), el Campeonato del Mundo oficioso de la milla (Wolverhampton, 1874), el Campeonato de Francia de velocidad (París-Tullerías, 1875-76) y la prueba internacional de Toulouse (1877), que fue su última competición disputada. Además, el británico afincado en París estableció cuatro récords del mundo en carreras de una milla.

Y mientras en otros países como Francia o Italia el deporte del velocípedo estába más consolidado, en España tardó en asentarse. Las primeras noticias que tenemos sobre carreras de velocípedos en España datan de 1868, en las Fiestas de Bilbao. Pero la primera gran competición de la que tenemos constancia fue la celebrada el 10 de septiembre de 1870 en la Avenida del Antiguo Retiro de Madrid. Las carreras allí disputadas (una carrera de velocidad sobre 1000 metros, otra de fondo sobre 3500 metros, una de obstáculos de 1000 metros, otra de habilidad sin manillar y una última prueba de consolación de mil metros) no gozaron de mucha aceptación por parte del público. Pero sirvieron como punto de partida para el ciclismo de competición en nuestro país.

Desde aquellas primeras carreras (tanto nacionales como extranjeras) hasta hoy, tenemos aproximadamente unos 150 años de ciclismo de los que podemos hablar.

Desde aquí queremos ofreceros toda la información y el material gráfico que podamos encontrar. Así mismo, os agradeceremos cualquier tipo de ayuda que queráis ofrecernos. Estamos seguros de que, con vuestra colaboración, podremos hacer de éste un blog completo, ameno e interesante.